61 entrevista a norma - Interview, poetry reading Norma Torres Sanes
Vieques Struggle: A Digital Video Archive

Juan Carlos Rodríguez

PREGUNTA:
Antes que nada, gracias por abrir un ratito de su tiempo para compartir un poco de literatura, poesía y demás, y deseaba comenzar, quizás, preguntándole sobre el espacio de escritura que usted ha identificado aquí en este rincón…

NORMA TORRES SANES:
Bueno, definitivamente, este espacio que tú puedes ver aquí me ha servido a mí para, para escribir muchos de los poemas. Eh, desde niña he sido amante fiel de la, de la madre naturaleza. Tengo un gran respeto y una admiración muy grande hacia la obra de la creación de Dios, ¿no? Y realmente, pues, poquito a poquito, cuando vine a vivir aquí, a Santa María, eso fue más o menos para el año… noventa y cuatro, esto era prácticamente monte, y me di a la tarea de ir formando lo que yo llamo mi jardín secreto. Porque como está en la parte de atrás de la casa, pues, las personas que vienen, pues, no saben que existe. Y he logrado, a través del tiempo y de los años, pues, poder sembrar toda la cantidad de plantas y árboles que tú ves, y al mismo tiempo, pues, me fui creando este pequeño refugio. Muchas veces cuando la inspiración me toca, pues, me siento aquí tranquilita, escuchando, pues, a veces el trinar de los pájaros, sintiendo la brisa, la sombra de los árboles, y verdaderamente, pues, es un espacio de mucha serenidad y de mucho relajamiento.

PREGUNTA:
¿Cuándo comienza, quizás, su tarea como escritora y cómo, quizás, uniendo pedazos de su vida al quehacer literario y demás?

NORMA TORRES SANES:
Sí, yo te diría, Juan Carlos, que yo escribí mi primer poema a la edad de nueve años. Y ese poema surge, de una… excursión que yo hice por la quebrada, una quebrada que colinda con la finca de mi mamá, allá en Puerto Real, que fue donde yo me crie, y era una quebrada que para nosotros tenía unos límites, ¿no?, de espacio. Se nos señalaba que “después de ahí, no sigan para allá porque no se vayan a perder…”. Tú sabes cómo son los padres, ¿no?, y las madres, son un poquito sobreprotectoras. Y yo recuerdo que ese día, como a eso de las dos de la tarde, yo me fui a la quebrada, le informé a mi mamá que iba, que iba “por ahí”… y llegué a la quebrada, era la quebrada donde mi mamá y mi abuela lavaban. En aquellos tiempos se lavaba en quebrada y cuando Vieques tenía quebrada, con abundante agua. Y era donde… se llevaba el famoso mondongo del cerdo en Nochebuena a lavar, a limpiar. Y ese día a mí me dio por darle alas a los pies, como el gran héroe de la mitología, y me entretuve tanto, tanto, tanto, que fui caminando, caminando, caminando y pasé los límites que teníamos ya establecidos a nivel de familia, y caminé, y caminé, y caminé y caminé, y fue una experiencia tan y tan y tan extraordinaria, que debí darme cuenta de dónde estaba cuando vi los muros del puente de la central La Esperanza. Ahí fue que me di cuenta: “Dios mío, estoy lejos de casa”.

Y yo te diría que para mí fue como… fue como mi primera experiencia mística. Podría llamarlo así. Así que cuando llegué a casa esa tarde, me inspiré en la quebrada para escribir el poema. De hecho, desde que yo empecé a escribir, aprendí a escribir, siempre me gustó rimar palabras. Yo me entretenía mucho, mucho, mucho rimando palabras, buscando la igualdad en los sonidos, ¿no?, y… Y de ahí en adelante, pues, me agradó lo que hice, me satisfizo muchísimo y continué. Y me acuerdo que escribí poemas a los perros de caza, a mis gatos, yo tenía gatos… Empecé a escribirles poemas a mi abuelo, a mi mamá, a mi tía Vale, bueno, yo les escribía poemas a medio mundo, pero bueno, eran poemas para mí. O sea, en ese entonces, yo no daba a conocer lo que yo escribía. Y podría decirte que todavía de adulta, escribo para mí, mayormente. O sea, realmente no había en mi mente eso de que “mira, voy a publicar un libro…” Pero, pues, posteriormente y eventualmente, ¿no?, se dio la publicación de, del primer poemario, que fue un regalo también que me hicieron.

PREGUNTA:
Y en ese primer libro, ya había quizás aspectos que cruzaban, digamos, los aspectos de vida con las situaciones políticas que se iban viviendo en Vieques…

NORMA TORRES SANES:
No, fíjate, yo primeramente preparé un libro que de hecho, eso fue, me parece que para el 95. Inclusive me le llegaron a escribir el prólogo. Y ya lo tenía prácticamente listo para, para ver si tenía forma de encontrar la mejor manera de publicarlo. Pero por esos avatares de la vida, pues, no se dio. Y el libro todavía permanece, ¿verdad?, inédito. Que de hecho estoy trabajando en él nuevamente ahora, a ver si finalmente ese, que se supone que fue el primero, pues, logra en algún momento salir a la luz. Es un poemario de, simplemente de… en el cual me retrato yo. O sea, es un poemario muy íntimo… -¿Cómo se titula?
Se titula “Mi sueño se hizo poesía”. Es el título del libro. Este… de hecho, el primer poemario lleva el título de “Yo sueño con ser poeta”. Ese fue el que se publicó, que fue sobre Vieques. Y entonces ese lleva el título de “Mi sueño se hizo poesía”. Sí. Y ahí, pues, obviamente, los temas son… eh… diferentes, porque incluye una variedad extensa de temas, de temas familiares, tengo poemas dedicados a mi esposo, a mis hijos, a mi comunidad, sobre todo a mi barrio, al cual yo adoro, ¿verdad?, y mi sueño siempre es volver ahí.

Eh… tengo muchos poemas de temas religiosos, porque me considero una mujer de fe. Creo mucho en Dios, creo mucho en el amor, creo mucho en la fuerza liberadora del perdón. Y mucho de eso se ve, pues, manifestado en esa poesía, esos poemas.

PREGUNTA:
Y quizás ahora la serie más reciente de poesía… ¿está preparándose un volumen? ¿cómo…?

NORMA TORRES SANES:
Exactamente. Luego de eso, a raíz de los nuevos acontecimientos, ¿no?, escribí poesía sobre el incremento de la lucha en los años 70. De hecho, en el 79, que fue que mi esposo se convierte en el primer desobediente civil viequense en la prisión, ahí retomo nuevamente la poesía. Porque hacía algún tiempo que no, no escribía. Fue trabajo, eh, vienen los niños, ¿no?, entonces como no… el tiempo no te alcanza, ¿no?, la tensión del diario vivir, el ajoro de la vida, pues como que eso me aguantó un poco y estuve cierto tiempo que no escribí. Pero cuando se da entonces el incremento de la lucha por la salida de la Marina de Vieques, entre el 79 y el 80, que Ismael va preso, pues obviamente esa situación que me sacudió, ¿no?, me motiva nuevamente a escribir. Y recuerdo que lo primero que hice fue escribir un poema, eh, que se titula “Vieques”. Y de ahí en adelante, pues, seguí y escribí varios. De hecho, muchos de los poemas que escribí en esa etapa aparecen publicados en el poemario que tengo publicado. Este… obviamente, pues, después de eso seguí escribiendo sobre otros temas y tengo un poema dedicado a la guerra del Golfo. Este… tengo poemas dedicados a mis compañeras y compañeros de escuela allá en la… en Fajardo, que Ismael y yo nos mudamos a Fajardo por varios años y yo trabajé en una escuela intermedia allá. Hice muy buenas amistades, tuve una experiencia muy bonita y… y continué.

Luego cuando regreso a Vieques, que fue en el 94, también tengo como una etapa, ¿no?, eh… en que dejé de escribir. Viene entonces la situación de la muerte de David, y con la muerte de David, pues, reanudo nuevamente la, la poesía. Y de ahí en adelante, pues, no he dejado de escribir. O sea, seguí escribiendo, escribiendo, y cuando surge, se da la trágica muerte de mi primo, de David Sanes, que se organiza el campamento Justicia y Paz, que para aquel entonces se construyó al otro lado de la carretera. Frente al portón de entrada a la base. Eh… se montó una tarima y comenzamos a organizar las llamadas vigilias, las vigilias del pueblo. Y… y Bob se interesó en que el pueblo tuviera participación en las vigilias. Y comenzaron a llamar a la gente: “Mira, tú cantas, tú recitas poesía, tú haces teatro, vamos a formar para entretener a la gente, ¿no?, el pueblo”. Y es Bob quien se me acerca y me pregunta que si yo podía llevar un poema, porque sabía que yo escribía, y me dice: “Mira, tráete un poema para el sábado, que necesitamos, ¿verdad?, gente que participe…”. Y llevé el primer poema que se llama, este… “Vieques ahora”, que es alusivo a la muerte de David. Y de ahí en adelante, todos los sábados yo tenía que llevar un poema. Y la gente empezó a interesarse, interesarse: “Mira, qué bonitos los poemas, que me gustan, dame copias”, todo el mundo pidiéndome copias, pero imagínate, si yo voy a darle copia a todo el mundo tendría que gastar un sueldo, ¿no? Entonces Ismael es el que me sugiere que por qué no preparamos una especie de folletito, lo dejamos en el campamento y que la gente, pues, dejara un donativo por aquello de pagar el papel y la tinta, y se llevara copias de los poemas.

Y decidimos hacer eso, pero él mismo me dice: “Habla con Manuel Otero”, que era el que tenía el periódico La Voz de Vieques, “que posiblemente te pueda ayudar en esto”. Hablo con Manuel, con Manolo, y Manolo entonces me envía donde su esposa, porque su esposa ya tenía experiencia en comunicaciones. Me reúno con Sandra Reyes, la esposa de Manolo, ella ve los poemas, me pregunta si tengo más, le digo: “Sí, tengo muchísimos”. Me dice: “Consíguete veinte poemas más, aunque no sean de Vieques, porque esto amerita que salga un libro. O sea, no creo que valga la pena hacer un folleto, vamos a hacer un libro”. Yo le dije: “Yo no tengo dinero para publicar un libro”. Me dice: “Tú olvídate de eso, que yo me voy a mover”. Entonces Sandra consiguió un equipo de trabajo en la isla grande, gente amiga que ella conocía, gente comprometida con Vieques y muy deseosa, ¿no?, de dar un poquito de lo que ellos tenían, y Sandra les lleva, pues, los poemas, y ellos me regalaron el libro. O sea, yo no tuve que pagar un solo centavo. Este… ellos me pusieron, todo, todo, todo, todo… Por eso es que cuando yo recibo el regalo de ellos, a mi vez lo regalo a la lucha. Sí me quedé con algunos ejemplares, pero fue para regalárselos a mi familia, mi papá, a mi hermano, a mis amistades más íntimas. Pues, me quedé con una partida para eso, pero el resto se lo doné completamente al Comité Pro Rescate y Desarrollo de Vieques y a la Alianza de Mujeres Viequenses, para que ellos entonces sacaran fondos a través de la venta del libro, que todavía quedan algunos por ahí.

Y… y para mí fue una experiencia realmente… me conmoví muchísimo porque es algo que uno no espera, ¿no?, que gente que no te conoce se dé a la tarea de en su tiempo libre, los ratitos que tiene, ¿no?, pues dedicarlos a, mira, a levantar una obra literaria para, para, ¿verdad?, para agradar a alguien o para aportar o para apoyar una causa. Fue bien, bien conmovedor y la verdad que vivo muy agradecida de estos dos compañeros que me dieron la mano en ese momento. Y de todos los que de una manera u otra colaboraron con el libro.

PREGUNTA:
¿Y en este momento hay algunos nuevos poemas…?

NORMA TORRES SANES:
Sí, hay muchísimos, muchísimos poemas. Primeramente porque después de la publicación de este poemario, “Yo sueño con ser poeta”, yo continué escribiendo. Eh… y obviamente la gente sigue interesándose en los poemas, pero por gajes de la vida no pude, ¿verdad?, no pude darlos a conocer aparte de leerlos en el campamento. Y el hecho de que son poemas largos, ¿no?, pero nunca se pierde la fe, y en estos momentos ese segundo libro sobre la lucha de Vieques está encaminado. Yo no sé cómo lo voy a publicar, ¿verdad?, porque todavía sigo sin chavos, pero Dios dirá, por fe, Dios dirá.

Y estoy en espera de que me entreguen el primer prólogo, porque el libro va a llevar dos prólogos, y uno de ellos lo escribe la portavoz del grupo, del grupo de la isla grande que me acompañó a mí en la desobediencia civil, porque el libro se lo dedico al grupo de las treinta y una, que fueron las treinta mujeres que estuvieron conmigo en la acción de desobediencia. Va dedicado a ellas. Y entonces, la compañera Josefina Pantoja, que era la portavoz de las compañeras de la isla grande, pues me está escribiendo uno de los prólogos. Y la acompaña (no se entiende) Pérez, que es más viequense que de la isla grande, ¿no?, pues me escribió ya el otro, de hecho, ya me envió la copia del prólogo para ese libro.

Y, pues, estoy en espera de que se dé, se dé esa coyuntura para ver si en algún momento logro publicarlo. En adición a eso, estoy trabajando en el que se supone fuera el primero, ¿verdad?, “Mi sueño se hizo poesía”, también estoy trabajando en ese, que ya prácticamente lo tengo bastante adelantado, y con mi nueva experiencia, como ya tú sabes, ¿verdad?, de la sorpresa que me dio la vida, esas sorpresas que uno no se espera y te sacuden el alma y el espíritu. Pero que hay que seguir adelante, ¿no?, enfrentarlo y seguir adelante, que es mi batalla contra el cáncer, que me diagnosticaron dos semanas después de haber salido la Marina. Pues, ese espacio que he tenido en mi lucha contra esta enfermedad, pues la escritura ha sido para mí verdaderamente una de mis mejores terapias. Y le agradezco a Dios que me haya dado ese privilegio, ¿no?, ese don, ese interés, ese gusto por escribir. Porque en este proceso, que no ha sido fácil, porque la batalla contra el cáncer no es fácil para nadie. O sea, la enfermedad es una enfermedad terrible. Los tratamientos son peores, y una nunca sabe. En este momento me siento bien, ¿verdad? Ya terminé las dos terapias, tanto la quimio como la radio, y me siento bien. Y estoy escribiendo.

Y espero, ¿verdad?, que Dios me dé la oportunidad de publicar mi experiencia de vida. Tengo ya varios poemas escritos sobre mi experiencia con el cáncer. Este… y una de las cosas que más me interesa escribir, aunque sea lo único que escriba, es mi experiencia de vida. O sea, yo quisiera, no sé, aportar de alguna manera, ¿no?, porque creo que tengo cosas que decir y creo que he vivido una experiencia y una… este… ¿cómo te digo?, unas situaciones que… de alguna manera pueden servir, quizás de consuelo, quizás de lección, a otras personas… y como un legado, ¿no?, a mis hijos. Y ese es uno de mis sueños. Dicen que los sueños no se deben compartir mucho, ¿verdad?, porque si no se aguan. Pero tengo mucha fe de que yo algún día pueda terminar esa experiencia de vida. Estoy… ya estoy ya en la escuela intermedia…

Pero ha sido bien bonito, bien lindo, poder traer a la memoria todos esos recuerdos de mi niñez desde lo primero que yo recuerdo, ¿no?, desde que tengo uso de memoria. Y ha sido bien, bien enriquecedora esa experiencia de retomar nuevamente mis recuerdos y traerlos al presente, tú sabes, ir allá y volver acá. Ha sido bien lindo, bien lindo, y estoy encantada.

PREGUNTA:
Cuando regresas de los recuerdos, ¿con qué Vieques te encuentras, con qué Norma te encuentras…?

NORMA TORRES SANES:
Bueno, me encuentro con un Vieques muy distinto. Bien distinto. Porque en esos primeros años de mi vida yo vivía totalmente aislada, yo vivía totalmente ajena a lo que estaba aconteciendo fuera de mi ámbito, ¿no? Porque puedo decirte que yo tenía muchas limitaciones en términos de espacio. Primero tú tienes que vivir en una islita, que ya es una limitación, el mar. Luego viene la Marina y pone la verja. Claro, para ese entonces yo no tenía conciencia de eso. Y encima de eso, yo me crío en el centro mismo de un enorme, enorme, enorme cañaveral. O sea, donde mi espacio era, lo limitaba el, la verja, ¿no?, la cerca de, de, de ese cañaveral. Y con unos callejones, ¿no?, estrechísimos, para tú poder entonces accesar a la carretera, a lo que llamábamos la civilización.

Y en ese espacio fue que yo me crie, bien limitada en términos de espacio y en términos de contacto con otros muchachos. Yo empiezo a tener, te diría, vida social cuando voy a la escuela. Por eso es que la escuela para mí ha significado tanto. Yo creo que fue una de las razones también por las cuales me hice maestra. Porque me abrió otro mundo, y el mero hecho yo de aprender a leer y escribir. Cuando yo aprendí, por primera vez yo pude coger un libro en mis manos, que fue el libro, que fue el primer libro que yo leí completo, que fue Las aventuras de Robin Hood. Yo quedé enamorada de Robin Hood. Y realmente para mí fue, bueno, una experiencia maravillosa. Yo descubrí los libros. El valor de la lectura, o sea, cómo, cómo tú poder hacer uso de la imaginación, ¿no?, para poder este… este… imaginar, ver en tu mente lo que las palabras te están describiendo.

Y, y obviamente ese fue un Vieques bien diferente. Yo vine a tener conciencia de lo que era el problema de la Marina, yo te diría… diantre, prácticamente cuando Ismael y yo nos conocimos. O sea, que… porque después que yo salgo del cañaveral me voy a estudiar, me voy a Río Piedras a la Universidad de Puerto Rico a estudiar, tú ves, prácticamente cuatro años. Que solamente venía de vez en cuando y de cuando en vez. O sea, que en ese momento, no estuve en contacto con eso. Y yo vengo de un hogar donde mi abuelo, mi mamá eran, este… muy proamericanos y si se mencionaba a la Marina era para decir que eran buenos. O sea, y toda la influencia que yo tenía era influencia proamericana. Y a mí, pues, en ese entonces, no me preocupaba la Marina. No me… porque desconocía, ¿no?, todo lo que luego fui… con lo que luego me fui empapando. Y no es hasta que conozco a Ismael, tengo que decirlo así, porque es la verdad, que entonces yo comienzo a… ¿verdad?, a conocer el otro lado, la otra cara, ese otro Vieques al cual yo no había tenido acceso.

Y de esa manera es que se va dando paulatinamente el cambio en mí. Y obviamente, cuando se da lo del 79, yo tenía ya mis dos nenes mayores ya, uno de cuatro o tres años. Pues, fue una experiencia que me impactó mucho, me sacudió. Y luego de eso, este… hubo un incidente en Puerto Rico que también yo digo que me marcó, que fue la muerte de Adolfina Villanueva cuando estaba Romero Barceló en el poder, que Ismael estaba preso todavía cuando eso. Eso fue creo que en febrero, enero, febrero del 80. Cuando yo vi esos visuales del desalojo de esa señora, que yo vi esas máquinas, como se metieron y cogieron esa casita y la hicieron añicos y luego con los sucesos que se dan, ¿no?, inmediatamente después de matar a la señora.

Y yo como que tuve un ir atrás en el tiempo y empecé entonces a recordar las historias que yo había empezado a conocer sobre los desalojos, sobre las expropiaciones en Vieques. Y ahí es que yo me entero que mi familia también había sido expropiada y yo no lo sabía. Y que por eso fue que yo nacía en Luquillo y no en Vieques. Porque mi mamá estaba allá, tú sabes, estaba avanzado el embarazo y viene la expropiación y ellos se mudan para Luquillo, porque mi papá y mi abuelo creo que consiguieron trabajo allá. Y allá, pues, le tocó a mi mamá parir. No es hasta casi a punto de cumplir los dos años que entonces regresamos a Vieques. Mi mamá compra una, una finca en el barrio Puerto Real, que todavía está allí, y entonces nos regresamos a Vieques. Yo tenía, te digo, para cumplir los dos añitos, entonces yo no guardo mucha memoria de eso. Pero esas fueron las circunstancias. Y obviamente, cuando llevo mis recuerdos, ¿no?, y luego regreso al presente, pues… rayos, muchacho, hay cambios, pero cambios de verdad.

Y obviamente yo, mi carácter personal, como persona, como ser humano, pues también ha habido unos cambios muy significativos en mi vida, ¿no? El haber conocido a Ismael para mí fue una experiencia de la cual puedo decir de que no me arrepiento, porque él ha sido mi maestro en muchas cosas y… y realmente, pues, la Norma que tú ves aquí ahora, jamás se puede comparar con la Norma de aquel entonces. Porque yo era bien tímida, una persona bien tímida, tenía mucho… fui criada con mucha represión en todos los aspectos, muy sobreprotegida… este… con poco mundo. Tú sabes, que no es como ahora, que los muchachos de ahora conocen el mundo entero, ya a los cinco años, seis años, conocen el mundo entero. Yo no conocía más mundo que el cañaveral y el barrio, ¿no? Pero de ahí para allá, tú sabes, no, no había salido de Vieques excepto una o dos veces que salí de niña a la isla grande. Pero no tenía ese bagaje y esos conocimientos, tú sabes, esa experiencia que tienen los muchachos de ahora. Y siempre fui tímida, siempre fui una persona no muy dada a conversar así como estoy ahora frente a las cámaras ni nada de eso. Pero uno se va puliendo, uno se va puliendo y va poco a poco perdiendo los miedos, ¿no?, y la lucha de Vieques me ayudó mucho. Ahí fui poco a poco perdiendo los miedos.

Cuando se dan los desalojos, el 5 de mayo, el 4 de… del 4 al 5 de mayo del 2000, ahí fue que la última capa de miedo que tenía se me fue cayendo y entonces, como ya te había contado en la entrevista anterior, que entonces tomo la decisión de hacer desobediencia civil.

PREGUNTA:
Norma, ¿cuáles son los retos de escribir, de escribir la lucha, de escribir la desobediencia civil, de escribir también la, digamos, la lucha contra el cáncer?, cosas que le tocan tan cerca a la gente…

NORMA TORRES SANES:
A veces sí es un reto, hay que, hay que esperar el momento, porque escribir… no es cuestión de que yo cojo el lápiz y la libreta y digo: “Voy a escribir”. O sea, para estas cosas siempre, siempre, siempre hay un momento especial. ¿Cómo llegan?, tú sabes, ¿por qué llegan? No sé, quizás son muchas, muchos los elementos que se juntan, se intercalan para que ese proceso ocurra. Y la verdad que es a veces un poquito difícil. A veces hay que, un poquito, como forzarlo. Es un poquito tú poner la voluntad. Es un poquito tú querer realmente hacerlo. Y a veces no, no sabes lo que tú quieres, no encuentras las palabras precisas, pero no es tan difícil. No es tan difícil cuando se siente el deseo y cuando tiene uno la motivación, la inspiración. Hay veces que yo me levantaba a las tres, cuatro de la mañana porque me desperté de momento con una idea en la cabeza y si no me levanto la escribo, la pierdo.

Tú sabes, he escrito muchos poemas cuando voy y vengo en la lancha, ya sea de ida o de regreso de la isla grande y a diferentes lugares. Pero no deja de ser un reto, sobre todo cuando tú estás escribiendo sucesos que tal vez, pues, tu visión es distinta a la de otra persona, porque cuando yo escribo mi experiencia, y esa es una de las cosas buenas de cuando uno escribe memorias, ¿no?, que es la percepción de uno. A lo mejor tú tuviste la misma experiencia al lado mío, pero a lo mejor tú no viste las cosas como yo las vi o no las sentiste como yo las sentí.

Y, pues, a veces es un poquito difícil combinar una cosa con la otra, pero… pero es tan, es tan enriquecedor el proceso, este… te llena tanto el espíritu que no se da realmente el reto, pues, no es tan, tan grande.

PREGUNTA:
¿Y cómo, de alguna manera, cuando escribe de la lucha, las distintas luchas, qué, digamos, qué sintonía necesita con la realidad, con la…?

NORMA TORRES SANES:
Muchas veces depende del estado de ánimo, de cómo yo me sienta ante equis situación. Y de hecho, la inmensa mayoría de mis poemas, sobre todo aquellos que me tocan en la intimidad, nacen de situaciones que lo mismo pueden ser situaciones de tristeza, de dolor, como pueden ser situaciones de alegría, situaciones de… pues, de sorpresas agradables, experiencias bonitas. Tú sabes, hay veces que un simple paseo, como ocurrió cuando di mi paseo, mi primer paseo por la quebrada, tú sabes, eso bastó para inspirarme en el momento. Puede ser una experiencia que me haya conmovido.

Eh… precisamente anoche terminé de escribir un poemita que le dediqué a mi querida amiga Naida Cruz que murió de cáncer, hace… más o menos hace como un mes, con algunos días. Y me conmovió mucho porque compartimos muchas cositas, ¿no?, ella y yo. Y verla en su lecho de enferma, sabiendo yo que ya, que ya la cosa no tenía remedio, pues, me conmovió mucho. Y me dolió no haber podido estar en su entierro, no haberla podido acompañar porque yo estaba, ¿no?, en mis terapias de radio, ¿no?, y se me hizo imposible venir. Y como que me quedé con esa, esa nostalgia de ella, ¿no?, y hay veces que en las noches como que la invocaba, la visualizaba… y anoche como que tuve ese, ese anhelo de dejar algo para ella. Qué sé yo, de alguna manera rendirle algún homenaje, tú sabes, y darles copia a sus hijos, que sus hijos lo guarden, ¿no?, como, como un sencillo, pero muy sentido homenaje a su mamá, que dio una batalla, una pelea, y para mí ella fue inspiración, este… fue realmente una persona que me dio mucho ánimo, tú sabes, que estuvo conmigo. A pesar de su condición, ella estuvo todo el tiempo animándome y… y diciéndome que no, que no me rindiera, que no me rindiera. Y ahí tengo el poemita, para ver si se los hago llegar a los nenes.

PREGUNTA:
¿Ese poema lo pudieses compartir con nosotros?

NORMA TORRES SANES:
¿El de Naida? Sí, tendría que irlo a buscar a la gaveta, pero… un poema corto, sí, no habría problema.

PREGUNTA:
Más o menos, ya si quieres podríamos…

NORMA TORRES SANES:
Mira, yo tengo aquí… tengo un poema de… de la etapa mía, ¿no?, que es un poema que yo le dedico a un árbol, un árbol que fue el primer árbol que yo sembré en compañía de mi abuelo, un árbol de mango manzano, y ese árbol todavía está ahí, en la finca de mi mamá. Y es un árbol que me trae unos recuerdos de mi niñez tan bonitos y tan significativos y tan emotivos para mí, que cuando yo me fui a estudiar y que regreso ya de graduada, ¿no?, fue en el 69, pues ya nosotros habíamos abandonado la casa vieja y nos habíamos mudado a una casita nueva que hizo mi abuelo, un poquito más accesible, ¿no?, al vecino que más cerca nos quedaba. Y obviamente, pues, el árbol se quedó allí, pero siempre que yo tuve la oportunidad, que yo iba a la finca, yo iba al árbol y lo abrazaba.

Este… y créeme que siempre que voy a la finca, yo no salgo de la finca sin ir a abrazar a mi árbol. Y… y me emociono, tú sabes, se me caen las lágrimas, porque me da una nostalgia y me toca, me toca bien profundo. Y entonces le dediqué un poema a ese árbol en particular.

Es poquito, son dos paginitas y media. Lo titulé “Árbol de mis recuerdos” y dice así:
“Aquí estoy bajo tu sombra, tu amada sombra soñada. Viejo árbol, viejo amigo, no sabes cuánto te extraña mi corazón que está lleno de lloros y de nostalgias, de anhelos y sinsabores y recuerdos de mi infancia. Tú fuiste mi gran amigo, mi compañero, mi pana. De mis infantiles sueños fueron refugio tus ramas. En ellas colgué ilusiones, en ellas grabé esperanzas. Hoy te saludo y me abrazo a tu viejo tronco con alma y oigo el viento que acaricia el verdor de tu enramada. A las aves que en ti anidan agradecidas te cantan. Hoy mis manos te acarician tu piel curtida, arrugada, mientras que mi corazón te riega lluvia de lágrimas. Mi árbol niño, viejo amigo, eterno en mis añoranzas. Hoy lejos de ti me encuentro, tuve que emprender la marcha. La vida así lo dispuso y el tiempo no siente, pasa. La tierra que te alimenta, tierra divina y sagrada, tierra madre que nos da el regalo de su entraña cuando siembras en el surco de su vientre la plegaria que ha de envolver en la semilla que dará el fruto mañana. También ella alimento de niña todas mis ansias, pedazo de mi terruño, pedazo hermoso de patria, rinconcito de mi barrio, cañaveral de melaza. Árbol, mi querido árbol, el olvido no te alcanza, tu imagen vive conmigo en mi memoria grabada, como un hermoso recuerdo de lo bueno de mi infancia. Sigue elevándote al cielo, Dios te dé una vida larga, sigue arraigado a esta tierra que nutrió mis esperanzas y que aún nutre tus raíces con el poder de su savia. Yo seguiré mi camino, mas no importa adónde vaya, habrá un espacio sin tiempo lleno de experiencias gratas donde tu hermosa presencia dará a otros sueños sus alas”.

Ese es de mi primera etapa. Luego tengo un poema, un poema dedicado a Vieques. Tengo “La verja silente”, que le gustó a muchísima gente este poema, ¿no?, que ya es de la etapa de, de la lucha, después de la muerte de David. Y fue, este… un poema que escribí antes de los desalojos. También un poquito largo porque estos poemas son todos longaniza, ¿no?
-De verdad que ahora mismo yo tengo todo el tiempo del mundo y… bueno, no sé cuánto, cuán limitada esté usted de tiempo, pero siéntase en confianza…

NORMA TORRES SANES:
Bueno, pues, de la etapa, de esta etapa de la lucha de Vieques, aunque debí haber seguido el patrón, ¿no?, y… yo creo que lo dejé en otra, en otro sitio. Porque tenía uno de…
-Si quiere lo puede ir a buscar…

No, no, no. Sí, tengo aquí unas décimas. Tengo unas décimas que más o menos resumen, este… mi manera de ver la vida, ¿no? Esto creo que es mucho antes de la nueva etapa de la lucha de Vieques. Y se titula “Cuánta riqueza”. Dice:
“Me puedo considerar una mujer millonaria. Razones tengo yo varias y te las puedo contar. Tal vez te ponga a pensar que no tengo dinero, sin embargo considero que eso no tiene importancia. No es parte de las ganancias cuando el amor es primero. En mi existencia valoro la vida que Dios me dio. Con ella me regaló lo que vale más que el oro. Tengo miles de tesoros que no se pueden comprar, el cielo, el aire, la mar. Tengo ese sol que me alumbra, que disipa la penumbra, que puede impedir mi andar. Tengo la noche y el día para el descanso y la acción. Tengo aquí en mi corazón una constante alegría, porque en esta vida mía son tantas las cosas buenas, y a mí no me causa pena el que no tenga millones, porque tengo mil razones y ninguna te es ajena. Cuando el verdor de mis montes se aparece ante mi vista, te pido que ya no insistas que busque otro horizonte. Oigo el canto del sinzonte, el pitirre cerrero, que su cántico guerrero me dice que es de emoción, nace de mi corazón y es sentimiento sincero. Amo la lluvia del viento, amo el murmullo del río, lo que encierra el pueblo mío es ver la patria contento. Yo no exagero ni miento al afirmar que soy rica, porque mi boca predica lo que a mí me hace feliz, me siento una emperatriz, me siento reina y cacica. Tengo las flores, la brisa, que refresca mi calor, de mi familia el amor, el compartir la risa de mi hijos y sin prisa voy disfrutando la paz que se empeña y es tenaz en nutrir la vida mía, me acompaña cada día en mis horas de solaz. Lo que es realmente valioso no se compra con dinero. Importa más el esmero con que se sirve gozoso. Porque es un acto amoroso servir bien a los demás, dejando el yoísmo atrás sin esperar recompensa, porque Dios siempre compensa. No nos olvida jamás”.

Luego, en esta nueva etapa, pues, tengo “La verja silente”…
-¿”La verja silente?”
“La verja silente”, silente, sí. Dice:
“Hay una verja silente, contemplando la ignominia, verja que impide los pasos de un pueblo que ya camina, los senderos que lo llevan a recobrar lo que ansía. Hay una verja silente contemplando la agonía de un pueblo que aquí reclama que se le haga justicia. Hay una verja silente que luce un collar de espinas y a los pies le han colocado adornos de serpentina. Hay una verja silente frente al pueblo, muy tranquila. De vez en cuando parece que está muy entristecida y a veces da la impresión que se mueve y que está viva, que siente cuando la toca sin inmutarse la brisa, frustrada por no moverse, por estar siempre sumisa, porque controlan sus brazos abiertos a la milicia y para el pueblo que espera cerrados de noche y día. Hay una verja silente. No sabe que es tiranía. Y en su quietud se me antoja que en su silencio suspira. Verja que anclada a la tierra, tierra que es tuya y es mía, guarda tras ella el poder de una insensible Marina que el pueblo conoce ya, arrogante y abusiva. ¿A quiénes la verja protege? ¿a quiénes la policía? Que llueva, truene o ventee, día y noche la vigilan, mientras contentan a un pueblo puesto de pie todavía, un pueblo que no se rinde, aunque esa verja le impida andar por la tierra santa para nosotros prohibida. Tierra viequense que duele, que no sana sus heridas, tierra por años violada, bombardeada, encarnecida, por ejército extranjero que sin piedad la mancilla, la destroza, la envenena y a ese pueblo contamina. Y se atreven a negarlo cuando habla por sí misma. La verdad que no se esconde y que acusa a la Marina de usar al pueblo de Vieques cual conejillo de Indias. Se cantan buenos vecinos. La verdad que da risa. Pues no es bueno quien maltrata, no es bueno quien nos lastima, no es bueno quien le arrebata a los niños su alegría, quien empobrece sin pena nuestra calidad de vida. No es bueno quien pone verjas que a nuestro pueblo limitan. No nos ama quien protege tras la verja la mentira, quien coloca ante nosotros para que aquí nos repriman a guardias puertorriqueños, hombres, mujeres boricuas. No nos ama quien se nutre de egoísmo y de codicia. Tal vez la verja silente tiene un alma que la anima, tal vez se sintió feliz cuando adornada con cintas, cuando orgullosa ondeaba nuestra bandera bendita, gritándole al mundo entero: ¡Que se vaya la Marina! Hay una verja silente que nos impide y limita para abrazar y sanar a nuestra isla querida. Para nosotros el pueblo, ¿qué ella significa? ¿a quién protege la verja con faldas de serpentina? Quién sabe si tiene un alma que por nosotros suspira. Tal vez no quisiera estar, pero la obligan, la obligan. Tal vez quisiera arrancarse de esta tierra tuya y mía, y unirse a nuestros reclamos: No más bombas asesinas. Fuera, Marina de Guerra. Vieques no te necesita”.

Ese poema lo escribí en una ocasión que estaba en el balcón cuando el Comité tenía la casa que era en la esquina, ¿no?, que sirvió como oficina, y que queda frente, frente a los portones, y yo recuerdo que esa tarde había desobediencia civil y estaba todo el mundo pendiente. Y en un momento dado yo me quedé sola en el balcón. Hacía una brisa bien, bien, bien rica. Y me senté y me puse a mirar la hilera de policías que no, que custodiaban la entrada, ¿no? Y se me fue la visión y empiezo a ver la verja ondulando en la distancia, o sea, formando la… serpenteando entre la vegetación y perdiéndose allá en la loma y me quedé largo rato mirándola, mirando esa verja y pensando: “Dios mío, y pensar nada más que ese pelo de alambre nos separa de… o sea, algo tan insignificante como eso nos separa de lo que por ley de naturaleza nos pertenece…” Y empecé a divagar, divagar y terminé entonces, esa noche escribí el poema, inspirada en esa, en esa visión de la verja.

Tengo también el poema de los desalojos, es como una épica, es un poema larguísimo que trata de narrar, este… más o menos, los acontecimientos, ¿no?, según los fui… según la experiencia mía. Yo… habíamos estado en vigilia durante toda esa noche, porque ya sabíamos que estaban cerca los desalojos, ¿no?, ya había rumor de que “mira, pronto van a llegar los federales”. Y como a eso de la una de la tarde estaba tan y tan cansada, tan agotada, que una amiga mía, que también se llama Naida, Naida Bermúdez, una amiga a la que quiero muchísimo, pues, Naida me dijo que ella iba a su casa a descansar un rato. Y yo aproveché y le dije, pues, “Naida, dame pon, que yo voy a casa a dormir por lo menos un par de horas. Cuando tú regreses, pues, tú me das un toquecito, me llamas y me recoges”. Y así hicimos. Era como la una, aproximadamente, como la una y treinta y algo cuando me acosté. Yo me acosté con la ropa, solamente me quité los tenis. Y recuerdo que iban a dar las cuatro de la mañana cuando suena el teléfono. Y era Naida, y me dice: “¡Norma, prepárate que llegaron los alguaciles, voy a buscarte!”. Porque teníamos una, una red, ¿no?, de llamadas, de gente que “tú te encargas de esto, esto, esto”, teníamos una cadena. Y cuando ella recibe el mensaje, enseguida me llama. Me recoge y arrancamos. Con la suerte de que cuando nosotros pasamos ya la policía estaba poniendo la barricada. Y el último carro que pasó antes de ellos poner la barricada fue el de nosotras, el de Naida. Y llegamos a tiempo de, de reunirnos, de estar en el grupo. Y gracias a eso fue que yo pude presenciar el desalojo, que para mí fue una experiencia traumática y fue una experiencia que me marcó para el resto de la vida. Porque yo nunca había visto una cosa como esa. Y dentro de mí yo lamentaba no tener el valor para cruzar aquel, aquella carretera y unirme a los que habían decidido hacer desobediencia, porque todavía yo no estaba lista, no me sentía preparada.

Luego de eso, al otro día, me senté y escribí el poema, que es la, la narrativa, más bien, del desalojo del 4 de mayo. Lo titulé: “Desalojo”, 4 de mayo del 2000, campamento Justicia y Paz.
Dice: “Llegaron de madrugada, como ladrón en acecho, con pistolas y macanas y con escudo en el pecho. Llegaron todos en fila, vinieron desde muy lejos, con la fuerza del poder a realizar los arrestos. Marcaba el 4 de mayo en el calendario y ellos tal vez pensaron que aquí los esperaba un ejército. Dios mío, cuánta emoción en aquel día funesto. Se concentraron las nubes, se pintó de gris el cielo, el aire aquí se detuvo, dejó de soplar el viento. Y una tórtola en el monte dejaba oír su lamento. Las cuatro de la mañana. Por Vieques lloraba el cielo. El día 4 de mayo de madrugada vinieron y allí esperaba de pie la grandeza de mi pueblo. Y en este rincón del mundo la paz se unió a nuestros rezos, las manos entrelazadas, los corazones abiertos al amor y a la verdad que iluminó ese momento. Y en aquel amanecer se vio a Vieques renaciendo. Mientras que el pueblo cantaba desde su propio silencio, la indignación y el dolor en lágrimas se volvieron, mientras los ojos llorosos miraban con desconcierto cómo allí se realizaban los anunciados arrestos, cómo aquí se cometía contra este pueblo indefenso un acto vil, despreciable, que al mundo dejó en suspenso. Las cuatro de la mañana. Por Vieques lloraba el cielo. Con el poder de las armas sus directrices cumplieron, con el poder del amor se levantaban los nuestros. Porque Dios estaba aquí en constante movimiento, velando por que la paz se quedara con el pueblo. El día 4 de mayo de madrugada vinieron y allí esperaba de pie la grandeza de mi pueblo. Aquel grupo de valientes a todos daban aliento. Su valor y su firmeza a todos daban ejemplo. Bob Rabin pedía calma, a su lado el padre Pedro daba alimento al espíritu con su dulce y firme verbo. Nilda Medina, en sus manos las manos del compañero que por años vio a su lado, la acompaña en el anhelo, de ver libre nuestro mar, nuestra tierra y nuestro cielo. Con su extraordinaria voz, Danny Rivera, tan nuestro, nos regalaba en canción su inmenso amor por mi pueblo. Tito Auger, fiel a la isla nena, Luz y Paco, firme el gesto. Vimos a Toño Corsino, acuso que vino presto. A Helen, también Yolanda, Norma Morales. Entre ellos está Radames Tirado, vertical y siempre atento. Luz y Rosario, pastora con su espíritu en rezo. Ángel Navarro, Chiquita, Diana Ruiz, rostros serenos. Allí vi a Mary Ventura, también a Luis Acevedo. Lolita Lebrón, patriota, y como símbolo bello de dignidad y firmeza, doña Luisa en medio de ellos. Y su hermana Severina, decidida a dar el resto. También vi a Myrna Pagán junto a su hija, y de lejos José Luis Camacho alzaba sus brazos hacia los cielos, y el sol no quiso salir. Y allí se detuvo el tiempo. Desobedientes unidos, populares y gigantescos. Aponte, Velda González, y otros más que allí se unieron. Tato Peña, nuestro amigo solidario con los nuestros. La congresista Velásquez, los que con ella vinieron, también se unieron al grupo, también les tocó el arresto. Quiero mencionar a todos, mas que hace muy largo el verso. Cuán valientes y cuán dignos, al mundo dieron ejemplo. El pueblo los vio partir hacia aquel portón abierto, con sus brazos levantados en plegarias y a los cielos. El llanto nubla los ojos de tantos viequenses buenos, de tantos que se quedaron para seguir con empeño esta lucha que no acaba, hasta realizar el sueño de tener un Vieques libre, limpios su mar y su suelo. Y así los vimos partir con los rostros sonriendo, sin saber qué pasaría en aquel mañana incierto. No quiero olvidar ninguno en estos humildes versos, que salen del corazón para nutrir el recuerdo. Para nutrir, nuestra historia, para los que vengan luego. Dios mío, cuánta emoción subió del alma a los cielos. Ay, mi Vieques, en el mundo tu dolor van conociendo. Y algún día tus cadenas se romperán con el tiempo. Las imágenes recorren del mundo cada sendero. Ya te conocen, mi Vieques, ya lo sabe el mundo entero, que tú eres un pueblo noble, que no quiere carceleros, que no quieres más abusos, tampoco un futuro ciego. Que se haga en ti la paz, se respeten tus derechos, que la Marina se vaya, que cesen los bombardeos. Por eso este pueblo lucha, por eso son los arrestos. Por eso se nos persigue, por eso siembran el miedo. Traen la fuerza de choque a reprimir el esfuerzo de tanta gente que unida ha dado un paso certero. Que se vaya la Marina es lo que todos queremos. Las cuatro de la mañana, por Vieques lloraba el cielo. El día 4 de mayo se seguirá repitiendo, pues Vieques sigue de pie. Venceremos. Venceremos”.

Es también una manera de hacer homenaje a ese primer grupo de desobedientes. Eh… para terminar con esta etapa de la lucha… bueno, tengo aquí también lo de… algunos… algunos… lo que llamamos la incursión, ¿no?, de cuando yo hice desobediencia civil, que es también un poquito de narrativa y… y tengo este poema que se titula “Eres Vieques”, que fue ya creo que unos días antes de hacer la desobediencia civil. Se llama “Eres Vieques” y dice:
“Eres Vieques, un instante el pensamiento, la visión, la nostalgia en el recuerdo. Eres búsqueda sin pausas, el sentimiento que va hurgando en la conciencia de mi pueblo. Eres Vieques, compromiso y sufrimiento. Eres grito que navega con el viento. Eres Vieques, la verdad, buscando su lugar en el silencio. Eres Vieques, llanto ahogado de un anhelo, que recorre con su angustia mar y cielo. Eres joya muy valiosa y no hay sosiego. Y eres náufrago que gime aún sediento, tratando de alcanzar al fin su puerto. Eres Vieques la odisea y eres nuestro. En ti anida sin querer el desconsuelo. Eres Vieques esa voz que como el eco retumba por doquier repitiendo la infame acción que contra ti realizan los hacedores del dolor y el miedo. Eres pájaro sin alas que alza vuelo, despojado de temores y recelos. Eres Vieques roca fuerte, eres el fuego, que redime y purifica a todo un pueblo. Y hoy te bañas en la luz que ya ilumina al fin el dolor de este momento. Eres Vieques la cruz que se levanta gloriosa y bendecida frente al necio. Y eres hoy el clamor que ya retumba y pasea tu bandera por el cielo, donde miles y miles de plegarias van los ángeles llevando al Padre Eterno. Mientras somos testigos del milagro que libera sin violencia el patrio suelo y ante el mundo eres presagio de algo nuevo. Por ti vamos adelante, hasta el último suspiro aquí estaremos. Las cadenas oprobiosas que nos atan, ya jamás, nunca más podrán de alguna forma detenernos. Mira al mundo, que te aplaude solidario en el consenso, y censura sin clemencia al que te oprime, a ese vil y monstruoso carcelero. La paz y la justicia con nuestras propias manos construiremos, porque es ley de la vida que así sea. Porque Dios está aquí entre nosotros, cada espacio bendiciendo. Y la verja caerá, dalo por cierto. Será un instante mágico, que pintará con fuerza la luz de tu contento. Oh, mi Vieques valeroso, pitirre soñador de horizontes abiertos. Nada detiene a la verdad unida a la razón que nos ha dado el tiempo. Eres Vieques la respuesta y el camino que conduce al rescate de lo nuestro. Te agigantas ante el mundo y tu presencia alumbra como un sol al universo. Eres Vieques compromiso, ilusión y sentimiento. Eres Vieques la esperanza. Serás libre, serás Vieques la victoria y el ejemplo del amor que se entrega en sacrificio por la vida y libertad de nuestro pueblo. Fuera la Marina”.

Entonces, de la incursión, que como te dije, pues, que es la que recoge la experiencia de la desobediencia. Por lo menos una parte, porque empecé a escribir la segunda parte después que nos arrestan, pero esa está inconclusa, no la he terminado todavía.

Dice, “La incursión”, 7 de agosto del 2000.
Dice: “El reloj marcó la hora para iniciar la encomienda, la que me dio el corazón y apoyaba mi conciencia. No puedo negar los nervios. Siempre estuvieron alerta y la emoción me arropaba después de tan larga espera. Reunidas en el lugar esperamos con paciencia, en absoluto silencio para entrar en la vereda que había de conducirnos directamente a la verja. Aquellas 30 mujeres que me acompañaban prestas dieron lo mejor de sí ante la inminente prueba. La noche estaba preciosa. En el cielo las estrellas nos guiñaban sus ojitos en complicidad abierta. Al fin se nos dio la orden: Al monte, sigan la senda. Al frente van nuestros días, llevan la cara cubierta. No sabemos quiénes son, entre… el contacto los aprueba. Entre ellos se conocen, se comunican por señas. Todos se ponen de acuerdo. Nuestra confianza es plena. Se inicia la caminata por la intrincada vereda, calculando cada paso y cada paso es a ciegas. En la oscuridad tan solo se distinguen las siluetas que avanzan en fila india, pies firmes sobre la tierra. Allí, de pronto un tocón, algunas enredaderas, ramas que tienen espinas, de vez en cuando una piedra. Sube y baja monte adentro la vegetación espesa, caminamos ya de frente, ya doblamos a la izquierda: ‘Por aquí hay un barranco, vayamos por la derecha. Silencio. Que nadie hable’. En susurro, la voz llega. ‘No olviden las instrucciones, hay que obedecer las reglas’. Caminamos. Caminamos. ‘Las patrullas, cuerpo a tierra’. La adrenalina en el cuerpo hace su trabajo en pieza. ‘Ya se fueron las patrullas. Adelante. Estamos cerca. No se separen. Cuidado’. Mis pies en algo se enredan. Pierdo el equilibrio y caigo. Duele mi rodilla izquierda. Otras caen, se resbalan, con cualquier cosa tropiezan, mas no se sabe de dónde nos llega tamaña fuerza. La agilidad de los veinte de nosotras se apodera. ‘Agáchense, las patrullas, silencio. Nadie se mueva’. Los reflectores alumbran por sobre nuestras cabezas. Apenas si respiramos, cubiertas por la maleza. Una gran fe nos sostiene. Llegan emociones nuevas. El patrullaje es intenso, los militares se acercan. Y el silencio de la noche dejó hoy lo que comentan. ‘Atrás, atrás’, dice el guía. ‘Retrocedan, retrocedan’. Esperamos largo rato, ya las patrullas se alejan. Y en un claro del lugar escuchamos la sentencia. Llevan más de dos horas, los militares sospechan, tomen una decisión, la madrugada se acerca. O abortan esta misión o delante de ellos entran. No pueden asegurar que todas crucen la verja. Podemos garantizarlo si siguen esta estrategia. Muy bien, vamos adelante, con valor y con firmeza, a lograr nuestro objetivo, a cumplir nuestra encomienda, la que nos dio el corazón y apoyó nuestra conciencia. Nuestra mente en oración y con Dios a nuestra vera, enfilamos el camino, llegamos a la verja. Allí un hueco estaba abierto. ¿Cómo? ¿Cuándo? No interesa. Los militares no estaban. Nos dimos a la tarea de cruzar al otro lado y pisar la nueva senda. Solo sé que en un segundo, con mis rodillas en tierra, alcé mis ojos al cielo, les sonreí a las estrellas. Respiré profundamente y pareció que la verja me decía en un susurro: ‘Pasa, mujer, y no temas. Adelante. Es tu casa y yo les abro la puerta. Enfrenten con dignidad y con valor lo que venga’. Al levantarme del suelo y tener plena conciencia que estoy en zona prohibida y también mis compañeras, dos lágrimas de emoción brotaron por vez primera. Lo hicimos. Gracias, Dios mío, nuestro valor se renueva. No hay palabras en el mundo que describan la experiencia. Y allí en la zona prohibida, tierra que es tuya y es nuestra, sentimos batir de alas, alegría y paz interna. Y con la frente bien alta, radiantes y muy serenas, fuimos dejando en el polvo del camino nuestras huellas”.

Más o menos… Bueno, después de esto, obviamente, viene una…
-Voy a hacer una pequeña pausita… FIN.-